Debates en torno a una metodología feminista.

Durante las dos últimas décadas las investigadoras feministas han planteado desafíos radicales a los análisis que la ciencia social hace de las mujeres, de los hombres y de la vida social en su conjunto.


Método, metodología, epistemología.
Una de las razones por la que es difícil responder satisfactoriamente a las preguntas sobre la especificad del método feminista es la siguiente: las discusiones sobre métodos y sobre metodologías han estado mezcladas y han incorporado, además, problemas epistemológicos. Las investigadoras escuchan muy atentamente lo que las mujeres informantes piensan acerca de sus propias vidas y de las de los hombres, y mantienen posiciones críticas frente a las concepciones de los científicos sociales tradicionales sobre las vidas de hombres y mujeres.


Observan también algunos comportamientos de mujeres y hombres que, desde la perspectiva de los científicos sociales tradicionales, no son relevantes. En el caso de la historia, buscan patrones de organización de los datos históricos no reconocidos con anterioridad. Una metodología es una teoría sobre los procedimientos que sigue o debería seguir la investigación y una manera de analizarlos. La metodología elabora proposiciones respecto de la aplicación de la estructura general de la teoría a disciplinas científicas particulares. Una epistemología es una teoría del conocimiento. Los sociólogos del conocimiento consideran que las epistemologías son estrategias diseñadas para justificar creencias.
El problema de la “suma o agregación de las mujeres”
Si deseamos comprender cabalmente la profundidad y extensión de la transformación que requieren las ciencias sociales para entender el género y las actividades femeninas, necesitamos reconocer las limitaciones de las estrategias que suelen emplearse para así rectificar el androcentrismo de los estudios tradicionales.
¿Qué hay de nuevo en la investigación feminista?
El enfoque histórico es la mejor estrategia para dar cuenta de la especificidad y peso de la investigación feminista. Muchos de los fenómenos que resultan problemáticos desde la perspectiva masculina no lo son en absoluto desde la perspectiva de las experiencias de las mujeres. Un rasgo distintivo de la investigación feminista es que define su problemática desde la perspectiva de las experiencias femeninas y que, también, emplea estas experiencias como un indicador significativo de la “realidad” contra la cual se deben contrastar las hipótesis.
Por razones de justicia social, las mujeres deberían tener la misma participación que los hombres en el diseño y la administración de las instituciones que producen y distribuyen el conocimiento: no es justo negar a las mujeres el acceso a los beneficios de la participación en estas empresas.
Nuevos propósitos para la ciencia social: estar a favor de las mujeres
Si la investigación parte de lo que aparece como problemático desde la perspectiva de las experiencias de las mujeres, la consecuencia es que la investigación tienda a diseñarse a favor de las mujeres, tal y como lo han señalado numerosas investigadoras.

Nuevo objeto de investigación: situar a la investigadora en el mismo plano crítico que el objeto explícito de estudio.
Los mejores estudios feministas insisten en que la investigadora o el investigador se coloque en el mismo plano crítico que el objeto explícito de estudio, recuperando de esta manera el proceso entero de investigación para analizarlo junto con los resultados de la misma. Trátese de mujeres y hombres, quienes no luchen activamente contra la explotación de las mujeres en la vida cotidiana, difícilmente producirán investigaciones sociales acerca de ningún tema que no esté distorsionado por el sexismo y el androcentrismo.

En este artículo se habla de tres temas principales; primero de algunas de las críticas feministas a las premisas epistemológicas, los postulados teóricos y las prácticas metodológicas de las ciencias, sobre todo de las sociales. En segundo lugar, se analizan algunas propuestas feministas sobre la investigación, particularmente en relación con la antropología y la existencia de la investigación feminista. En tercer lugar, se profundiza más en relación entre la academia y la política feminista.
La creación de instancias más formales, tales como programas, centros, etcétera; refleja la tendencia del movimiento feminista a “institucionalizarse”.
¿La investigación sexista es simplemente “mala ciencia”?
En este debate algunas feministas han considerado que las ciencias (sobre todo, las exactas y naturales, y en menor grado las sociales) eran cotos masculinos que excluían a las mujeres, o bien eran espacios en los que estaban presentes de manera minoritaria, razón por la cual, hasta la fecha, su aporte pasa desapercibido. David Noble (1992) ha argumentado que la cultura occidental de la ciencia y la tecnología se edificó sobre la comunidad cristiano-religiosa dominada por hombres. Por lo tanto, él argumenta que el quehacer científico ha sido una práctica netamente patriarcal. Evelyn Fox Keller (1985) si bien reconoce que la comunidad científica, particularmente la de las ciencias naturales y exactas, es masculina, rescata las aportaciones no reconocidas de muchas mujeres al acervo del conocimiento de la física. Lynn McDomald (1994) ha argumentado que las mujeres han contribuido desde el siglo XVII al desarrollo teórico-metodológico de las ciencias sociales en occidente.
Por otro lado, observan que la academia descalifica, como no objetiva ni rigurosa, cualquier intento por hacer una investigación encaminada hacia el cambio social. Evelyn Fox Keller (1985), al examinar la práctica y el discurso de las ciencia exactas, propone que ni la objetividad estática ni la racionalidad son innatas a los varones sino que son aprendidas; asimismo, subraya que éstas no son las únicas ni las más deseables formas para acceder al conocimiento. Sin embargo, como señala Harding, las propuestas radicales del empirismo feminista socavan los mismos fundamentos del empirismo y subrayan que el método científico en sí no ha sido capaz de eliminar el androcentrismo.
Propuestas feministas.
En el terreno de la epistemología, una inquietud común entre las feministas, incluso las de distintas corrientes teóricas, políticas y disciplinarias, ha sido cuestionarse sobre quiénes pueden ser sujetos del conocimiento, en qué puede consistir el conocimiento, y qué es cognoscible (Westkott, 1979).
Nielson (1990) observa que se ha definido la investigación feminista como contextual, experiencial, multimetodológica, no repicable y comprometida. Otra cuestión importante para muchas feministas ha sido cómo interpretar no sólo las voces sino también los silencios de las mujeres.
Al inicio de los setenta la premisa de muchas feministas era que sólo las mujeres debían o podían estudiar a las mujeres.
La postura de la perspectiva crítica feminista propone que cada persona comprende el mundo desde el lugar social y material en el que se ubica. Supone que las personas que ocupan un lugar de subordinación tienen una perspectiva privilegiada de comprensión. Desde la perspectiva de género, Caplan plantea que ni hombres ni mujeres existen como entes aislados en ninguna cultura. Esto tiene implicaciones metodológicas no sólo para los estudios de la mujer, sino también para los de la masculinidad. Viswesaran propone que habría que estudiar a la mujer, pero en relación con los hombres y en relación con otras mujeres.
Academia y política.
Muchas autoras han subrayado la relación que existe entre la producción de conocimiento y el movimiento feminista. Las investigadoras surgidas durante la ola de estudios de la mujer de los setenta a menudo insistieron en que la investigación feminista tenía que estar encaminada a resolver los problemas concretos que enfrentaban las mujeres. Lo demás sería ociosidad académica. Esto ha sido un leit motif en los debates de estudios de la mujer.
Era común considerar los estudios de la mujer como el brazo teórico del feminismo.
Consideraciones finales
El debate en torno a la epistemología feminista se encuentra en gran medida inacabado y habría que preguntarse si sería posible, e incluso deseable, el consenso, entre la comunidad de investigadoras feministas. Lo que sí queda claro es que las personas que han abrogado por una relación más estrecha entre la academia y el movimiento feminista, como Maria Mies, argumentan que sí existe una metodología feminista, en el sentido de que la misma investigación asumen una cara abiertamente política. Autoras que han indagado más sobre la naturaleza misma de la epistemología, como Sandra Harding y Helen Longino, y otras que han examinado las prácticas concretas de la investigación (sea en estudios de la mujer, o por mujeres), como Joyce McCarl Nielsen o Evelyn Fox Keller, son escépticas con respecto a la posibilidad o la pertinencia de una metodología feminista.
Si bien los estudios de género y de la mujer tienen una historia relativamente breve, se insertan en, y reflejan, los debates actuales que se están dando en las ciencias y las humanidades en torno a la objetividad, los criterios de verificación y la disciplinariedad.


La necesidad de encontrar nuevos métodos y un nuevo concepto de la invetigación no será sentida sino cuando las mujeres que laboran en las universidades transformen las ciencias en instrumento contra la opresión y explotación de las mujeres y cuando se dispongan a modificar el status quo. El objetivo del movimiento de las mujeres no se limita al estudio de la opresión y la explotación femeninas, sino que pugna por su susperación.
La advertencia sobre la posibilidad de que un puñado de científicas feministas pueda llegar a caer en el “abuso del poder” resulta claramente absurda si se considera el panorama real: las mujeres cuentan con una representación en extremo escasa en la política y en la ciencia.
Toda esta argumentación está enraizada en la concepción positivista de la relación entre ciencia y política.
La participación en las acciones y luchas sociales, así como la integración de la investigación a estos procesos, exigen también que el propósito de transformar el status quo se convierta en el punto de partida d ela búsqueda científica. El lema de este enfoque podría enunciarse así: si quieres conocer algo, debes transformarlo.
En tanto que la ciencia dominante concibe las cosas como estáticas, dualísticamente históricas, mecánicas y sumatorias, la ciencia feminista, que no ha perdido de vista su objetivo político, pugna por conformar una nueva visión global de la constelación social en su totalidad, una visión en la que los fenómenos aparezcan como históricos, contradictorios, vinculados entre sí y susceptibles de modificación.
Si la investigación feminista decide limitarse a introducir el tema de la mujer en la ciencia dominante, asilándolo de la praxis política, en lugar de acosar a la ciencia en su torre de marfil, estará aislándose a sí misma del movimiento de las mujeres y se convertirá en un interminable discurso científico, en un fin en sí mismo.
En contraste, si concebimos a la ciencia y la investigación feminista como parte del movimiento histórico del cual emergieron, resultará imposible, en mi opinión, suscribir la dicotomía entre pensamiento y acción, entre ciencia y política.
La pretensión de elaborar una nueva definición de la ciencia a partir del contexto del movimiento de las mujeres, es decir, de una ciencia feminista, conduce necesariamente a una nueva definición de la sociedad en su totalidad, a una nueva definición de la relación entre la especie humana y la naturaleza, entre mujeres y hombres, entre los seres humanos y el trabajo, a una nueva definición de la relación con el propio cuerpo, a una nueva definición que excluya la explotación.

Métodos de investigación.
Geertje Thomoas-Lycklama admite que las experiencias personales, que desempeñan un papel importante en el surgimiento de la conciencia de opresión de las mujeres, no tienen cabida entre los llamados métodos duros, que son los que emplean casi exclusivamente la sociología y la economía.
El valor de la experiencia reside en tomar la vida real como punto de partida, tanto en su dimensión subjetiva concreta como en sus implicaciones sociales. La introducción de la categoría de experiencia –o del factor subjetivo- en la ciencia correspondía al lema según el cual “lo personal es político”.
La ciencia lógico-empírica depende del concepto de experiencia, el empirismo, como base para la verificación de sus propios resultados.
En la investigación feminista oponemos al concepto alienado del empirismo el siempre viejo y nuevo concepto de experiencia, en la medida en que determina el conocimiento de todas las mujeres y los hombres que siguen participando en la vida material y en los procesos de producción.
De las estadísticas también derivan las definiciones que de las mujeres hace la ideología sexista prevaleciente. Las estadísticas se fundamentan casi exclusivmente en la imagen que de la mujer se construyó durante el surgimiento del capitalismo en el siglo diecinueve, a saber, la de la esposa dependiente de un marido proveedor Ccfr. Bock y Duden, 1977). Sería ingenuo pensar que los procedimientos estadísticos están libres de ciertas ideológicos de ciertas ideologías que contribuyen a consolidar las relaciones de poder. Los métodos llamados blandos o cualitativos se desarrollaron también como instrumentos para el ejercicio del dominio, particularmente en el campo de la etnología, que surgió en conjunción con el colonialismo. Desde mi perspectiva, la diferencia entre los métodos cuantitativos y los cualitativos reside en el hecho de que, a pesar de sus distorsiones ideológicas, estos últimos no tienden a fracturar los vínculos vivos de la misma manera que los métodos cuantitativos. Es por esa razón y en ese sentido que los considero más útiles para la investigación feminista.

La relación entre acción e investigación
Las mujeres y los hombres estamos atados por las relaciones sociales existentes. Si las mujeres pierden la oportunidad de construir instituciones y organizaciones alternativas –esto es, centros de oposición- durante sus procesos de concientización e investigación, no tienen otra opción que la de volverse a adaptar a las estructuras vigentes del poder masculino.

La relación de la investigadora con el objeto de investigación
Mujeres que habían aplicado el postulado según el cual la investigación sobre las mujeres debe renunciar a la actitud de indiferencia –esa actitud de supuesta neutralidad que guarda el espectador frente a sus objetos de investigación- y sustituirla por una parcialidad consciente basada en la identificación parcial.
El problema no reside en que algunas mujeres tengan más poder y otras menos, sino en encontrar la forma de aprovechar los diferentes potenciales cualitativos y cuantitativos de poder que las mujeres involucradas en el proceso de investigación tienen, a favor de la lucha contra la explotación y la opresión de las mujeres.

Una contribución a la concepción feminista de la ciencia
El propósito de la concepción “feminista” consiste en la superación de la explotación y la opresión femenina. Los conceptos de “afectación e interes” e “identificación parcial” son ideas centrales en la nueva iniciativa feminista.
La identificación parcial hace posible el acercamiento tan necesario con las otras mujeres, así como la ineludible toma de distancia respecto de nosotras mismas (empatía).
El concepto de afectación refiere el status de víctima y de objeto que caracteriza a los seres oprimidos, humillados y explotados que están sometidos a la violencia y a la represión.
Los conceptos de afectación e interés denotan también el reflejo mental conciente de esa condición, el sacudimiento, la rabia y la ira ante ella.
Adicionalmente, el estado de afectación e interés, así como la perspectiva de la auto-reflexión crítica, suponen un cambio a favor de una mayor conciencia.
Con todo, la afectación se transforma en concepto que trasciende el estatus de víctima solo hasta que los afectados abandonan el nivel de la simple toma de conciencia.
Si deseamos ir más allá en el movimiento de las mujeres, o más precisamente, si no queremos perder aquello por lo que ya hemos luchado, resulta importante entender que no debemos limitarnos a insertar la investigación feminista en el viejo paradigma científico, ni tampoco pretender convertirla en un anexo suyo. Sin un cambio de posición en el sentido de lo concreto, sin la praxis, en ausencia de una transformación del status quo, que ningún nuevo horizonte podrá surgir.









Estrictamente hablando, cada uno de los términos tiene alcances distintos y en parte corresponden a momentos distintos de la investigación y la reflexión. Brevemente, estudios de la mujer ha sido la primera formulación centrada en la caracterización de la subordinación de la población femenina. La investigación dio cuenta de que las condiciones de vida de las mujeres eran my diferentes en un mismo espacio y tiempo y dio paso a los estudios sobre las mujeres. Estos se han centrado en la comparación entre las condiciones de mujeres y de varones y en el interior del conjunto de las mujeres. Los estudios de género enfatizan los aspectos específicos de construcción social y su carácter relacional. Cada vez más, la categoría género es reconocida como una dimensión específica de la desigualdad social, que se articula con otras dimensiones, fundamentalmente con las étnicas (y raciales) y las de clase. Los estudios feministas ponen el énfasis en la voluntad polítia que subyace al análisis de los anteriores, para la superación de la desigualdad en razón de los géneros.
El conocimiento producido por las ciencias sociales no daba cuenta de la subordinación de las mujeres y, cuando lo hacía, sólo era para justificarla; asimismo, acerca de que la experiencia de organización en pequeños grupos producía un conocimiento sobre distintas dimensiones del sexismo dominante y daba cuanta de la profundidad de la subordinación.

Las críticas y propuestas feministas.
Parecería haber acuerdo entre las feministas académicas en tres puntos fundamentales: a) acabar con lo que se ha llamado más recientemente la “ceguera de género” en la investigación social; b) producir conocimientos que den cuenta de las condiciones de vida específicas de las mujeres; c) producir una teoría o los conocimientos necesarios para liquidar la desigualdad y subordinación de las mujeres, es decir, que tenga referentes (más o menos inmediatos) para la acción política feminista (cualquiera que sea el sentido de la misma).
Fue Augusto Comte (1798-1857) quién formuló por primera vez –entre 1830 y 1842- la propuesta en la filosofía y la creación de la sociología como disciplina autónoma. Quienes han leído a Seignobos, autor del siglo XIX considerado el modelo de historiador positivista, dicen que recomendaba que, para asegurar la objetividad y neutralidad del conocimiento producido, lo mejor era elegir temas de investigación lo más alejados posible de las preferencias, gustos o acercamientos personales.

Avatares teórico-metodológicos: construcción del objeto de estudio
Si bien en la vida cotidiana que transcurre en la academia es frecuente hablar de metodología como si fuera única y sólo se refiera a los aspectos de procedimientos a seguir para producir conocimientos, en sentido estricto no existe una metodología en las ciencias sociales ni aun en cada disciplina.

Opciones teórico-metodólogicas
El poder es una función que reside en instituciones y roles particulares. El cambio social, por lo tanto, proviene de fuera, por la introducción de nuevos individuos que tienen otros valores, normas y metas que son ajenas a la sociedad en cuestión y que poco a poco se incorporan a la misma.
Las teorías del conflicto, por su parte, consideran el poder como característica intrínseca a toda acción, social y toda relación entre seres humanos.
Quien se plantee un problema de socialización tiene necesariamente que recorrer la bibliografía respectiva y evaluar en qué medida el problema real del que arranca su proyecto está contemplado en la teoría y si la pregunta de investigación tendrá respuesta dentro de tal perspectiva.
Lo que se trata en la gran mayoría de las investigaciones que se realizan cuando se introduce la dimensión de género, es de aumentar la precisión de las descripciones y las explicaciones de las sociedades y de determinados conjuntos sociales.

Los valores y las opciones políticas
Hoy en día existe acuerdo en considerar al feminismo como una propuesta política que más allá de las distintas orientaciones –incluídos los distintos esencialismos- propone cambiar la condición subordinada de las mujeres, de manera tal que se eliminen los obstáculos sociales, políticos, culturales y subjetivos que les impiden el ejercicio de sus libertades y el acceso pleno a la dignidad humana.
En las vertientes positivistas menos rígidas se señalan dos momentos en los que las orientaciones axiológicas pueden aceptarse. Uno es en las fases iniciales de selección del problema y formulación de la pregunta investigación. La otra transcurre una vez concluida la investigación: si divulgar o no los resultados, por qué medios difundirlos, formular estrategias de corto, mediano y largo plazo, crear servicios y muchas acciones más que sería largo enumerar.
Weber desconfiaba en el principio positivista de la neutralidad, aunque tenía bien presente la necesidad de objetividad en la producción de conocimientos sobre la sociedad. Ning{un ser humano, y menos un intelectual, puede dejar fuera de su hacer profesional sus valores, sus creencias, sus definiciones políticas y religiosas, conformadas y redefinidas a todo lo largo de la vida.
La intuición, la sensibilidad ante la injusticia, el trato indigno o los olores de la miseria, la creatividad y la pasión, están siempre presentes en el proceso de producción de conocimientos de las ciencias sociales. “Sin pasión no hay conocimiento, porque la pasión desata la creatividad” le he oído decir a Elza Berqúo.
Mucho se ha insistido en que el feminismo es una propuesta ético política que incluye los ámbitos propios de la producción de conocimientos. Se sostiene que hacer investigación feminista es una forma ética específica de relacionarse con las personas, en particular la relación entre sujeto y objeto de investigación. De modo que no establece jerarquías (o no debe establecer jerarquías) entre informantes e informadas, e incluso, desde la perspectiva de la investigación/acción, se ha promovido la participación de las mujeres informantes en todas las fases del proceso.

Miradas hacia delante.
Estos treinta años de propuestas y debates intensos en las ciencias sociales en torno a las mujeres y el feminismo no han sido en balde. El género organiza las distancias a partir de las diferencias corporales; las clases, las distancias sobre la apropiación del trabajo y sus productos; las etnias, las diferencias culturales y raciales.
Los organismos de la familia de las Naciones Unidas, los bancos de financiamiento internacional y regional y las agencias nacionales de cooperación para el desarrollo han adoptado lo que denominan “la perspectiva de género” durante la década presente , desde la preparación de las conferencias y cumbres mundiales que se realizaron entre 1993 y 1996. En el establishment sociológico internacional se reconoce la categoría género como dimensión de la desigualdad social que debe incorporarse a los estudios de clase y étnicos para aumentar la capacidad explicativa sobre las sociedades actuales (Wallerstein, 1996).
La desigualdad de género es un campo específico, pero no es toda la desigualdad social.

“Pensar en femenino, y antes de ello, pensar lo femenino es diseñar toda una estrategia de aproximación es, primeramente, intentar elegir cómo ver el problema, un método o métodos por medio de los cuales la falsificación sea menor.
La investigación social desde un punto de vista feminista se hace a partir de las experiencias de la persona o grupo investigador y en función de las experiencias de las mujeres investigadas, si ese es el caso.

Por un método feminista.
En términos generales hay consenso entre las académicas feministas de que existe algo que se llama investigación feminista (o de género, como le denominan últimamente de manera un tanto aséptica).
Existen formas generales de acercamiento a la realidad, para conocerla que, dentro de las ciencias, son propias del quehacer feminista. Es su método, la etiqueta es lo de menos. Se le puede llamar también método no sexista o no androcéntrico.
Margrit Eichler afirma que la investigación feminista tiene un objeto de estudio particular y una investigación no sexista puede hacerse sobre cualquier objeto de estudio mientras evite los errores sexistas.
En toda investigación feminista se considera siempre, de forma explícita o no, la división social por géneros y se contempla su jerarquía.
El punto de vista feminista es, antes que nada, el punto de partida, el arranque, el comienzo de ese camino que llevará al conocimiento de algún proceso o procesos de la realidad, ese camino que se va haciendo a medida que se desarrolla la investigación.
Con Eli de Gortar se puede decir que toda investigación está integrada obligatoriamente por tres fases que conforman un único método general u orden de procedimiento lógico para obtener conocimientos nuevos: la fase investigadora, la de sistematización y la expositiva.
El punto de vista feminista nos conduce a llevar a cabo todo el proceso de investigación de manera un tanto diferente, en la medida en que se empezará por formular preguntas distintas (o sea, acerca de cuestiones sobre las que, en general, los otros y otras investigadoras no se interrogan).
El sexo de quien lleva a cabo una investigación condicionará todo el proceso de la investigación y es importante metodológica y epistemológicamente. Como cualquier otro método, el feminista no está creado de antemano, se va creando a medida que se desarrolla su trabajo. El sesgo androcéntrico y sexista de la inmensa mayoría del conocimiento sólo puede ser corregido con una metodología no sexista, o una feminista. Lo que se ha visto en la práctica es que las investigaciones feministas corrigen el sesgo sexista y contrarrestan el androcentrismo.

Y el método feminista ¿para qué sirve?
Va a servir para desarrollar conocimientos nuevos y distintos, que no podemos obtener con otro método, sobre cualquier aspecto de la realidad. Es un punto de vista que sirve para obtener un conocimiento con menos falsificaciones al tomar en consideración cuestiones hasta ahora marginadas o ignoradas. Y reduce las falsificaciones por que es menos parcial, menos ciego, menos sesgado.
El método feminista sirve, pues, como un descontructivo peine fino que se usa para modificar el androcentrismo aún reinante y crear un mejor conocimiento, con menos falsificaciones.


El estudio sobre la participación y la cultura política de hombres y mujeres ha cobrado un cierto interés en los últimos tiempos.

Estadística y testimonio: una historia de amor
Dentro de la metodología cuantitativa, la encuesta es una técnica de investigación que sirve para contextualizar un fenómeno social concreto, entre otras formas, por medio de la opinión pública recabada, en especial en sociedades complejas, estatales y masificadas como la nuestra. Se trata de un instrumento que sirve para conocer el estado de opinión de una población, o una muestra representativa de la misma, sobre un tema, por medio de la realización de una serie de preguntas. Su función es informar, recrear y educar, asimismo, puede proporcionar comprensión, análisis y rastreo del conocimiento, comportamiento, actitudes, opiniones y valores de la gente, esto es, qué piensan y qué hacen las personas (Worcester, 1994).

Los relatos de las y los protagonistas en cuestión
Como parte de la metodología cualitativa, las entrevistas en profundidad permiten una aproximación a los hechos sociales, conocer sobre actitudes, percepciones, opiniones, comportamientos, sentimientos y valores, a partir de la interacción directa con los actores o actoras, esto es, los sujetos estudiados.
Se otorga un gran valor al testimonio y a las respuestas obtenidas, ya que constituyen el núcleo duro de este trabajo.

Cada vez que escuchamos o leemos algo que dicen las mujeres, lo primero que nos viene a la mente es preguntarnos por qué el interés que existe en escucharlas y ocuparnos de ellas.
El uso de técnicas cualitativas, que se enfocan hacia las experiencias subjetivas y las formas de conocimiento de los sujetos investigados, se adecuan más al tipo de conocimiento que las investigadoras feministas deseamos recuperar. En ese sentido, las entrevistas de historias de vida son las que más se apegan a esta postura.
Por técnica me refiero al instrumento para conseguir información para llevar a cabo una investigación. La Asociación de Historia Oral de los Estados Unidos ha definido la historia oral como un método para recoger un corpus de información histórica, registrado por medio de la grabadora.
Tan pronto como las mujeres historiadoras se percataron de que los silencios de la historia eran una forma de pérdida de identidad, comenzaron a desarrollar la curiosidad por buscar un posado colectivo.
Dentro de esta historia de las mujeres se discuten tres cuestiones fundamentales: a) Buscar qué es lo que permite el funcionamiento de lo simbólico masculino/femenino; b) Se discute también la dicotomía naturaleza/cultura bajo el argumento de que naturaleza, dentro del discurso, ha significado una devaluación de las actividades femeninas; c) Promover la revalorización de conceptos centrales de la historiografía moderna, como poder, estructura social y periodización.
Al estudiar la relación de los sexos –ese género- dice Michelle Perrot, lo que vemos es cómo se componen y descomponen los discurso, las representaciones, los saberes y los poderes, los espacios y las prácticas más comunes.
La diferencia sexual, queu es al mismo tiempo biológica, fisiológica y se refiere a la reproducción, se traduce a través y a partir de una relación de los sujetos hacia el contrato simbólico que es el contrato social; una diferencia en las relaciones de poder, de lenguaje y de significado, para tratar de descubrir primero que nada la especificidad de las mujeres y luego la de cada mujer en particular.
Al concebirse la diferencia sexual en términos de oposición naturaleza o cultura, biológica o socialización, hombre o mujer, no logramos comprender la subjetividad femenina ni las diferencias reales que existen entre las mismas mujeres, ya que se propicia la creencia de que la diferencia sexual es natural.
“Las mujeres, cuya identidad parece haber sido constantemente definida por otros, necesitan más que cualquier otro grupo construir una memoria que sirva de autorreconocimiento y valoración”.

Historia oral.
Entrevistar significa preguntar, conocer a otros/otras, conversar, y, al mismo tiempo, es un instrumento de recolección de vivencias y percepciones de aquéllos/aquéllas que han tendio experioencias significativas. Es por eso que cuando escuchamos una historia de vida, nuesra atención se enfoca no sólo a la manera en que ésta se habla sino también el contenido del relato. La narrativa es una fuente primaria.
La historia de vida se convierte en un documento vital para la construcción de la conciencia.
La historia oral, en tanto instrumento de recolección de testimonios orales y de historias de vida, es un medio de autoescucha de la cotidianidad y del presente y, por tanto, una alternativa a la historia oficial, en la que lo cotidiano representa eltiempo de vida, la existencia, en contraposición al tiempo institucional.
Cuando analizamos las trayectorias vitales de las mujeres -por generaciones-, lo que se nos revela es cómo funciona y cambia el sistema sexo/género dentro de una sociedad concreta.

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